domingo, 21 de abril de 2013

Clasificación de Imágenes (INCOMPLETO)



Las Hilanderas


Las Hilanderas, una de las obras más conocidas de Velázquez, está fechada en 1651, por unos, (en 1657 por otros) y, actualmente, podemos verla en el Museo del Prado (Madrid). Temáticamente es uno de los cuadros más controvertidos de Velázquez, una de las obras más interesantes y enigmáticas del pintor sevillano. Fue pintado para D. Pedro de Arce, Montero del Rey, aunque en el siglo XVIII ya figura en las colecciones reales. En primer plano vemos un taller con cinco mujeres (hilanderas) que preparan las lanas para la fabricación de tapices. Al fondo, detrás de ellas, y en una estancia que aparece más elevada, aparecen otras cinco mujeres ricamente vestidas, sobre un fondo de tapices (parece que contemplan una escena mitológica). Esta última escena sería la que da título al cuadro "La Fábula de Aracne".Aracne era una de las mejores tejedoras de toda Grecia, sus bordados eran tan maravillosos que la gente comentaba que sus habilidades le habían sido concedidas por Atenea, diosa de la sabiduría y patrona de los artesanos. Pero Aracne tenía un gran defecto, era una muchacha muy vanidosa y decía, continuamente, que ella era la mejor tejedora.Un día, la orgullosa Aracne, no pudo aguantar más los comentarios de sus vecinos y llegó a compararse con Atenea. Se pasaba el día lanzando desafíos a la diosa e invitándola a participar en un concurso para ver cuál de las dos tejía mejor. La diosa Atenea quiso darle una lección a Aracne y bajó desde el Olimpo a la Tierra para aceptar su reto. Comenzó el concurso, Aracne y Atenea estuvieron tejiendo durante todo un día. Las dos hacen unas cosas muy bellas y perfectas. En el centro del lienzo Atenea retrata a varios dioses, señalando su descomunal poder y en las cuatro esquinas del lienzo representa castigos impuestos por los dioses a ciertas personas. Aracne por su parte representa todos los engaños cometidos por los dioses para enamorar, engañar y raptar a las ninfas. Atenea trata de encontrar algún error sin éxito. Furiosa lo rompe y castiga a Aracne transformándola en araña para que siempre haga lo que se le da muy bien: tejer hilo. Con esta fábula, Velázquez quiere indicarnos que la pintura es un arte liberal, igual que el tejido de tapices, no una artesanía como la labor que realizan las mujeres en primer término. La inconografía simbólica puede parecer una cuestión secundaria dada la riqueza formal de la obra.
Es una tela de gran armonía compositiva basada en las relaciones de luz, ritmo y color. La luz del fondo crea una gradación de contraluces alterada por un foco que ilumina el primer plano.


La Inmaculada de Soult


Esta obra fue pintada por Bartolomé Esteban Murillo en el año 1678. Esta obra pictórica pertenece a la escuela española del arte barroco. Es un óleo sobre tabla y en la actualidad se encuentra en el Museo del Prado, Madrid, España.

Esta obra nos muestra a la Virgen María en una posición central, rodeada de ángeles. Se la representa en una posición en la que se conjugan tanto su papel de Inmaculada como la Ascensión. Sus ropajes son azules y blancos, está apoyada sobre la Luna (representación de su poder) y su mirada se dirige hacia el cielo. Los ángeles de su alrededor la contemplan, mientras los de abajo la impulsan en su camino. Este cuadro destaca por lo etéreo que es, consiguiendo con sus finas pinceladas fundir las figuras con la atmósfera celestial. La luz procede desde la esquina inferior izquierda. El cuadro fue encargado por Justino de Neve para el Hospital de los Venerables de Sevilla, siendo expoliado y llevado a Francia durante la Guerra de la Independencia por el mariscal Soult (de ahí su sobrenombre) exponiéndose en el Louvre durante casi un siglo hasta que fue traída de vuelta a España en el año 1941, tras un intercambio de obras de arte entre el museo parisino y el Prado, de Madrid. Murillo destaca por su gran producción de Inmaculadas, uno de sus temas favoritos. Autor que tras empezar siendo tenebrista acabó desechándolo, se convirtió en uno de los pintores más importantes del país. Entre sus obras más importantes son, entre otras, “La sagrada familia del pajarillo”, “San Juanito y el cordero”, “Niños comiendo fruta” o “Niños jugando a los dados”.

Esta obra pertenece a la escuela española barroca cuyos principales autores son Ribera, Zurbarán, Velázquez y Murillo. Los dos primeros, más naturalistas, aunque atenúan el tenebrismo típico del barroco; los otros dos prefieren plasmar lo bello y noble, humanizando y haciendo digno incluso a los bufones y los pobres. Entre las obras más destacadas de Ribera encontramos el “Martirio de San Andrés” y “El sueño de Jacob”; entre las de Zurbarán “San Hugo en el refectorio” y sus diversos cuadros sobre monjes; de Velázquez, “Vieja friendo huevos” y, sobre todo, “La familia de Felipe IV o las Meninas”.

Cuando este cuadro fue realizado, España se encontraba en un momento de total decadencia política. El gran imperio mundial que tanto esfuerzo había costado a los primeros Austrias, Carlos I y su hijo Felipe II, se desbarataba debido a la incompetencia de sus sucesores, quienes se valían de validos para reinar, en vez de ejercer sus funciones como reyes. Sin embargo, este es también el Siglo de Oro de las artes y las letras españolas. Época de contrastes, de esplendor y pobreza, de solemnidad y opulencia, de luces y sombras.


La Rendición de Breda

Este cuadro pintado al óleo sobre lienzo lo realiza Velázquez para el Salón de reinos del Palacio del Buen Retiro que el rey español Felipe IV ha mandado edificar. La obra se enmarca dentro del barroco español.
 En él se recoge un hecho histórico. Hacía bastantes años que había problemas con las Provincia Unidas de los Países Bajos (Holanda actual) y España. La búsqueda de la independencia de España y la religión calvinista que se había instalado en aquellas zonas habían llevado a una serie de guerras de las tropas españolas allí. A comienzos del XVII, con Felipe III en el poder, se firma la Tregua de los Doce Años; al terminar surgen de nuevo las discordias y las tropas españolas vencen a los holandeses en la batalla que se da en la ciudad de Breda. La entrega de las llaves de la ciudad que realiza Justino de Nassau, gobernador de la ciudad, a Ambrosio de Espínola, jefe de las tropas españolas es la señal del final de la contienda. Según cuentan las crónicas de la época, la entrega de la ciudad se hizo en un ambiente de trato deferente para el vencido, sin buscar la humillación de este. Por eso vemos el gesto amable de Ambrosio de Espínola colocando la mano sobre el hombre de Justino de Nassau. Velázquez rompe con la tradición de humillar al vencido. Esta manera de entender el arte es propia de la pintura española de la época y se puede apreciar en otras obras de Velázquez.
El cuadro está organizado con dos escenas; en la que está más próxima a nosotros aparecen las tropas de los vencedores (a nuestra derecha), con las picas numerosas y en alto, la bandera y los vestidos propios de la milicia. A la izquierda están las tropas vencidas, con otro tipo de armas, poco numerosas, y trajes distintos a los de los vencedores. En la parte del fondo, la mitad superior, aparece la ciudad de Breda y los movimientos de tropas e incendios de la batalla que se está dando y que prácticamente ha terminado.
No hay sangre ni destrucción en el cuadro, la destrucción está solamente insinuada con la humareda del fondo. Los personajes de la derecha son retratos de los que se ha perdido el nombre, excepto de uno de ellos, que puede ser al autorretrato de Velázquez, en la parte derecha, con sombrero. Algunos de los personasjes miran directamente al espectador involuncrándolo en la escena.
La perspectiva la consigue con diferentes elementos; uno de ellos es el formado por dos caballos, uno a la derecha y otro a la izquierda, en posturas contrapuestas, que hunden nuestra vista en profundidad. Otra forma de conseguir la perspectiva es desenfocar ciertas partes del cuadro y darlas distinta luminosidad; así consigue una perspectiva que será propia de Velázquez y que se llama perspectiva aérea (detrás de los personajes principales hay una zona oscura, a la que sigue una más iluminada en la que se ven tropas caminando, para volver a una zona más oscura).
 El cuadro estaba destinado para mayor gloria del rey español, Felipe IV. Se colocó en la sala en la que el monarca recibía a los embajadores extranjeros. Se trataba de impresionar con las victorias conseguidas.

Los Niños comiendo Melón y Uvas


Murillo pinta este óleo sobre lienzo, enmarcado dentro del barroco español.
Representa a dos chavales que aparecen ante un edificio en ruinas, una guarida usada por gente sin domicilio, interesándose el artista por presentarlos como auténticos pícaros, destacando sus ropas raídas y sus gestos de glotonería. Los chavales aparecen comiendo fruta (uvas y melón) que se están zampando con ganas y glotonería que seguramente han hurtado. Los detalles están captados a la perfección -especialmente las frutas- creando Murillo una apreciable sensación de realidad y naturalidad. La pincelada comienza a adquirir una mayor soltura y los efectos de vaporosidad y transparencia empiezan a surgir gracias a su contacto con Herrera y la pintura veneciana.
La línea diagonal barroca, como eje compositivo, aparece con claridad en todos ellos. En este caso, la línea es doble: una va de la uva al melón, y la otra une las dos caras de los niños. La luz, sesgada, entra por la izquierda del cuadro; se produce un estimulante juego de luces y sombras tenebristas sobre un fondo oscuro bastante neutro (aún influido por el tenebrismo), con la atención fijada en el bodegón de frutas y en la anatomía juvenil.


San Hugo en el Refectorio de los Cartujos


Obra pictórica del siglo XVII perteneciente al arte barroco. Obra del pintor español Francisco de Zurbarán que describe la escena en la que San Hugo va a visitar a los Cartujos en Cuaresma y les encuentra comiendo carne, lo cual estaba prohibido.

En la obra podemos observar varios detalles: Primero podemos ver cómo existe una pintura dentro de la obra en la pared del fondo, la cual aporta horizontalidad a la composición. Segundo, observamos a a 5 cartujos principales y otros dos que se salen en parte del marco de la imagen, un detalle muy barroco.  En estos vemos un dominio de las tonalidades del blanco, que portan luminosidad al cuadro. Los cartujos visten ropas oficiales de la época, y las capuchas ayudan a crear una verticalidad en la obra. Tercero, la mesa aporta horizontalidad, y he aquí los detalles más asombrosos de la obra, un bodegón de naturalezas muertas, donde encontramos jarrones bien detallados, y servilletas con pan sin probar y la carne en otros platos. La disposición de estos tres materiales se disponen de la misma manera (jarrón el fondo de la mesa, plato con carne a la izquierda del jarrón y algo retrasado respecto a éste, y el pan, como figuras más acercadas a las personas. Además, vemos algunos cubiertos. Las sombras que se generan con los objetos, así como los brillos, están tratados con maestría. Por último, vemos la escena principal, vemos a San Hugo (a la derecha) con su paje (a la izquierda). San Hugo se inclina y señala horrorizado el plato con la carne, lo cual centra la atención del espectador en el detalle ese. Su cuerpo, de perfil en un escorzo lateral, muestra a su mano señalando la carne, a un rostro de sorpresa, expresivo y realista, las telas juegan con las sombras y con los tonos de blancos y grises. San Hugo se inclina formando una diagonal. Observamos en él, que parte de su cuerpo sale del marco. La cacha aporta verticalidad. El paje se inclina también, y es el personaje que más resalta por su vestimenta, en tonos terrosos, típico de la época., en él, se observa una línea diagonal por esta inclinación. El paje también se muestra sorprendido, y abre la boca, remarcando esta sensación así como la expresividad.


El Martirio de San Felipe


El tema de la obra es el martirio de San Felipe, es un tema religioso católico donde se nos muestra a San Felipe en el momento de su ejecución. En el lienzo se representa a Felipe de Betsaida, uno de los apóstoles de Jesús, según cuentan las sagradas escrituras, Felipe era un seguidor de Juan el Bautista y estaba con el cuando Juan señalo a Jesús como hijo de Dios. Cuando iban a marchar  hacia Galilea, Jesús le dijo a Felipe “sígueme”, este obedeció la llamada y fue el quinto apóstol. Fue martirizado crucificado en Hierápolis, pero atado con cuerdas y no con clavos como a Jesucristo. Ribera representa el cuadro en un momento de sufrimiento contenido como se puede apreciar en el rostro del mártir.
La composición gira en torno a dos diagonales claras; una de ellas está formada por el brazo y el cuerpo del santo que presenta escorzo; la otra está trazada por las figuras que se ven a la derecha y la espalda del sayón que sujeta al santo por los pies.
La sucesión de triángulos formados por las varas de elevación, los brazos del santo y los dos sayones que tiran, dan a la escena el dinamismo y la carga escénica propia de la teatralidad barroca.
Estas formas contrastan con la verticalidad del palo de la cruz. Además se ofrece un oposición entre el esfuerzo que hace el grupo de sayones de la izquierda para subir el cuerpo y el peso del cuerpo del santo, que en actitud mística de abandono total en manos de Dios, pesa hacia la tierra.
El cuadro se completa con unas figuras, a la derecha, que asisten al espectáculo comentando lo que está ocurriendo y otras que se encuentran a nuestra izquierda, y que parecen ausentes. Entre estas figuras se encuentra una mujer con un niño en sus brazos, como un contrapunto tierno a la crueldad del momento.
Los escorzos de algunas figuras son violentos. El fondo con un cielo luminoso azul. El tenebrismo continúa pero menos marcado, como se ve por ejemplo en el rostro del santo.
El modelado del cuerpo es de un gran realismo; está perfectamente hecho; el rostro es realista, podemos suponer que es el de alguna persona cercana al círculo del artista. Hay naturalismo, la crueldad es más manifiesta. Los cuerpos están deformados por el esfuerzo y la tensión.

En cuanto al color, podemos destacar que los colores y la distribución marcaron la angustia previa al martirio, se observa un gran contraste de color entre el rojo de uno de los verdugos y el azul del cielo, aunque predominan colores como el marrón, el verde, el gris y el amarillo en tonalidades oscuras. Se observa que es un cuadro realizado con colores fríos pero se aprecia cálido en el ropaje rojo uno de los verdugos. Por otra parte podemos observar que el autor consiguió dar realismo a diversas calidades táctiles cómo la madera de la cruz, el pelo y la piel de los personajes, las ropas, las cuerdas, y el pañuelo de la mujer que aparece en la esquina inferior izquierda. Ribera realizó esta representación con una clara pincelada suelta, propia de su tercera etapa, a la que pertenece este lienzo. En cuanto a la luz podemos decir que proviene del exterior, es natural, e influye sobretodo en el pecho de San Felipe, se pueden apreciar también rasgos derivados del tenebrismo de Caravaggio en la parte derecha del mártir, también se ven rasgos de las pinturas venecianas en la luminosidad de los rostros de las personas, y un realismo y teatralidad propios del autor valenciano. Por último, este lienzo da al espectador una sensación clara de realismo, emoción y teatralidad, que están presentes en gran parte de las obras de José de Ribera.


Las Tres Gracias


Las tres gracias es una obra de Pedro Pablo Rubens, pintada al óleo sobre tabla en el siglo XVII. Pertenece a la etapa de la pintura barroca de la escuela flamenca. Actualmente la podemos encontrar en el Museo del Prado de Madrid.

En la imagen aparecen las tres hijas de Zeus, Aglaya, Talía y Eufrosine, las tres gracias de la mitología griega. Se representan a dos de ellas de perfil y la del medio, de espaldas con la cabeza vuelta, estando las tres con el cuerpo desnudo. Simbolizan el amor, la belleza, la sexualidad y la fertilidad.
El trío está enmarcado con un árbol a la izquierda que se tuerce y quiebra con contraste cromático y el color de una gasa en la rama y a la derecha hay un cupido con una cornucopia dorada de la que cae agua y arriba del cuadro una guirnalda de flores. A esto se le une un gran colorido y luz, con un fondo en el que se representa un paisaje en el que hay una seria de animales.
Las tres gracias están representadas con un peinado de la época, desnudas y reunidas, pero conectadas entre sí a través de los brazos, el velo transparente y las miradas, parecen iniciar una danza al tener todas una actitud delicada y un pie retrasado. Se caracterizan por la flacidez de sus carnes y la ampulosidad de sus contornos.
La composición es elegante y las carnaciones claras irradian luz a la obra, con seguida con la fusión de los tres colores primarios. El colorido es muy brillante y predomina el color sobre el dibujo. Hay movimiento en los escorzos y posturas de ellas, además del círculo que forman.
Se dice que Rubens pintó el retrato de su segunda mujer Helena Fourment, o variaciones del rostro de su esposa Isabella Brant. Otros dicen que aparece el rostro de las dos, siendo el de Helena la mujer más rubia que se sitúa a la izquierda del cuadro, y el de Isabella, el que aparece más a la derecha del cuadro.

La originalidad de los primitivos flamencos se perdió en el siglo XVI por la influencia italiana, pero en el XVII Rubens otorga de nuevo un carácter peculiar a la pintura flamenca. El catolicismo imperante en la zona contribuyó a mantener la importancia de los temas religiosos, pero estos no se caracterizan por la emoción, sino que la pintura de Flandes destaca por su optimismo y carácter alegre, inclinada a los aspectos más placenteros de la vida.
El autor revela una evidente admiración por Tiziano en el desnudo femenino como podemos observar en esta obra.


Éxtasis de Santa Teresa


Es la obra mas conocida del escultor Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) situada en la iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma. Fue encargada por la familia Cornaro.

En la obra destacan dos figuras; empezando por la izquierda, nos encontramos con un ángel que sonríe pícaramente después de haber clavado en el corazón de la santa una flecha de amor cristiano. Éste luce una especie de manto con multitud de pliegues, en su mano derecha porta la flecha que acaba de utilizar y también luce dos hermosas alas en su espalda.

A su lado podemos divisar a Santa Teresa en pleno éxtasis; con la boca entreabierta y los ojos cerrados que hacen que el rostro transmita una sensación de mezcla entre dolor y placer. Su cuerpo parece caerse pues sus brazos y piernas están flácidos, ella luce un exagerado manto lleno de pliegues que dan la sensación de hacerlo muy pesado, y bajo éste encontramos un cúmulo de vaporosas nubes que flotan bajo ella.

Sobre las dos figuras caen diversos rayos realizados con bronce que nos dan la sensación de ser rayos de luz que proceden del sol que alumbra a los personajes. Rodeando el conjunto escultórico se encuentra un decorado marco.

A su vez toda la composición nos hace acordarnos de estar viendo una representación teatral en la que el centro de la escena es el conjunto que forman el ángel y la santa. Alrededor, en las paredes laterales, se encuentran divididos en balcones los distintos miembros de la familia que le encargó esta preciosa obra (la familia Cornaro); ya que querían aparecer en ésta, Bernini originalmente los colocó en palcos como si de una actuación teatral se tratase observando éstos lo que estaba ocurriendo en escena.

En la obra podemos apreciar el rostro exagerado de la santa como es típico en la escultura italiana barroca. La multitud de pliegues que forman sus ropajes hacen que se aprecien contrastes de claroscuro. También consta de diferentes puntos de vista y como bien se puede apreciar las figuras están en plena acción transmitiéndonos movimiento. Están realizadas en mármol blanco, aunque presenta contrastes cromáticos entre los diferentes materiales. También presenta un acabado pulido en algunas zonas y muestra rugosidad en otras.


San Andrés del Quirinal


Fue construida para los jesuitas, orden influyente en Roma desde el siglo XVII. Es una iglesia Barroca realizada por Bernini.
El movimiento en esta planta tan dinámica queda determinado por el muro cóncavo que parece abrazar al espectador. Luego un pórtico convexo crea un impulso hacia delante. Su planta es centrl y ovalada con capillas laterales,  se alternan dinteles ovoidales y cuadrangulares, entre las capillas hay pilastras planas. El altar cuenta con doble columnata a cada lado que sujetan un frontón semicircular roto por una escultura. La planta recuerda al Panteón de Agripa. Decoración interior suntuosa, mezcla de materiales mármol, bronce...
Cuenta con una cúpula con casetones que en la parte inferior cuenta con ventanas y en la parte superior cuenta con una pequeña cupula.
La fachada es un alto pórtico con pilastras lisas que sujetan el entablamento y el frontón triangular. Las líneas de la fachada encuadran una arquivolta, bajo la cual dos columnas adelantadas sostienen un frontón con volutas y motivos heráldicos. Toda la organización de la fachada es simple; no hay en ella contrastes violentos. El aspecto plano de la pequeña fachada se rompe con el pórtico adelantado que a la vez le da movimiento y actúa como elemento de tránsito para evitar entrar directamente a la iglesia desde la calle. El conjunto se mantiene todavía en una línea un tanto clásica. El clasicismo se rompe con el óvalo que presenta avances y retrocesos.


San Carlos de las Cuatro Fuentes


Es una iglesia del barroco italiano, obra de Borromini, fue erigida a mediados del siglo XVII, mandada construir por los Trinitarios descalzos.
La complicada fachada, dado su composición en diagonal, tiene un gran movimiento.  Se aprecia una fachada de líneas curvas, convexas y cóncavas. La fachada se articula en dos grandes plantas. La primera planta, a su vez, se articula en tres calles de los cuales la central tiene una disposición convexa, cuenta con una puerta dintelada y sobre ella una hornacina con una talla. En el piso de abajo, los laterales se disponen de forma cóncava, hacia dentrocon un óculo y una hornacina con una escultura a cada lado. Así, se produce una línea oscilante desde lo cóncavo de la primera calle, al convexo de la calle central para pasar al cóncavo de la tercera calle. Las líneas cóncavas y convexas, y el gran movimiento, se ven sobre todo en el entablamento, que cuenta con una gran inscripción. La parte superior repite el esquema inferior de curva-contracurva. Se remata por un gran volado en saledizo que sigue la composición cóncava y que en su parte central tiene un gran óvalo vacío.Un elemento clásico se ve en las columnas de orden gigante, que configuran ambos pisos. Además, son columnas exentas. Producen una gran verticalidad a la fachada y un gran movimiento.
En el interior seguimos la idea de líneas curva-contracurva. Así, la cúpula ovoidal con exedras sujetada por una especie de pechinas más amplias. La cúpula cuenta con linterna y tiene una decoración muy original a base de casetones de diferentes formas, como estrellas. Las columnas de las paredes guían hacia el altar.


Iglesia del Gesú


Financiada por el cardenal Alejandro Farnesio, se comenzó a construir en el año 1568 por el arquitecto Vignola, siendo terminada por Giacomo Della Porta. Representó el nuevo modelo de iglesia, sobre todo de la compañía de Jesús, que ha sido muy imitado hasta el siglo XX, y aportó numerosas innovaciones.

Se afirma que su diseño fue el preludio de la arquitectura barroca, que años más tarde añadiría más elementos ornamentales.
Cuenta con una grandiosa fachada y una cúpula, atribuidas a Della Porta. La planta es de cruz griega, con tres naves correspondientes a sus tres puertas. Su estilo arquitectónico es renacentista, mientras que su ornamentación es barroca.
En la fachada vemos dos escudos y dos estatuas que flanquean el acceso principal a la Iglesia del Gesú. En la misma, se puede apreciar la diferencia de anchura entre sus dos niveles.

En su interior nos llama la atención su rica decoración basándose en mármoles, bronces, dorados y frescos que nos muestran la clara suntuosidad del gusto jesuita. Su gran bóveda esta repleta de frescos, entre los que destaca el triunfo del nombre de Jesús. Además, hay varias capillas dispuestas en las naves laterales, en las que podemos admirar múltiples frescos, lienzos, urnas, relicarios y otros elementos decorativos.

En la iglesia del Gesú estaba todo pensado para facilitar la reunión de un numeroso público.